Ya se lo había dicho: “Del laburo
sin hacer estación, venite a casa.
No es que yo esté celoso, te lo juro,
pero si vos no estás... no sé qué pasa...”
“Si tardás en llegar tengo pavura
de que te hayas peleao en la milonga,
vos sabés que no falta un cara dura...
Y yo te manco bien, cara chinonga...”
Pero ella se olvidó, sucia y borracha
llegó como a las nueve la muchacha
por seguirle la farra a un mishetón.
Los bifes -los vecinos me decían-
parecían aplausos, parecían,
de una noche de gala en el Colón.