Sigue a pocos metros del paso a nivel
el roble centenario que un día accedió
a disecar nuestros nombres llenos de amor,
dos flechas entre tú y yo.
Eran buenos tiempos para partir el mundo en dos
y servirlo en dos platos a la hora de cenar,
teníamos aún una buena digestión
y muchas ganas de vivir.
Piensa en mí de vez en cuando
porque soy una especie en extinción
piensa en mí de vez en cuando
porque es un milagro que viva sin ti.
El sol doraba nuestro pelo al atardecer
pero no doró nuestras carteras, a nuestro pesar
envejecimos de repente sin resolver
estas equis de juventud.
Suelta las riendas de mi corazón
y toma, toma las riendas del tuyo.