Padre, éste es el último baile,
es hora de dormir,
por hoy ya estuvo bien,
lo dejamos aquí.
Padre, no ha debido educarme así,
pero así sucedió,
y ahora quiero volver a tratar de correr
sin siquiera haber aprendido a andar.
Sé que no es frecuente en mí escuchar la verdad,
pero deje que al menos intente cambiar.
Y que me extirpen del alma
este pecado mortal,
que me anega y me arrastra
como el agua cuando hay pleamar.
Y Padre, mire el cielo cómo abre,
y cuanto más azul está
más difícil será
luego salir.
Deme sólo una razón
para seguir aquí,
si la noche murió y la luna se vio
condenada una vez más a desaparecer.
Y asimismo hago yo,
alguien que lo intentó
y que al cabo se dijo
"nos vamos, no hay nada que hacer".
Y se revuelve aquí dentro,
este inextirpable mal,
esto que sólo el veneno
parece saber calmar.
Y Padre, dígame si es incurable
esta enfermedad
que es poder apreciar cosas buenas aquí
con sensibilidad
y saberme a la vez tan incapaz
de disfrutarlas igual que hacen los demás.
Y si ahora le rezo,
Padre, ha de entender
que es porque tengo miedo
y no porque tenga fe.