La suave danza del amor más dulce, aquella noche hizo efecto,
con el paso del tiempo el milagro creo un trayecto,
nueve meses de espera, él era el premio a tanto esfuerzo,
la felicidad la puerta de entrada a aquel reino.
En el calor del hogar, días largos eran mágicos,
rodeado del cariño y la fuerza de un sueño plácido,
un juego inocente, la habilidad de descubrirse,
de crecer ajeno al odio y buscar algo, no rendirse.
Después de sus primeros pasos cambio su universo,
cada día una aventura y cada duda un proceso,
descubriendo aquel tropiezo el aprendió donde pisar,
después del llanto una sonrisa, un paraíso que divisar.
Luego el mundo cambio, el conoció una nueva vida,
aquel día de Septiembre el colegio escribió otra página,
una nueva alegría sin olvidar la despedida,
pronto paso el llanto y el tiempo cerro su herida.
En el patio del recreo imaginando mil historias,
jugando otra partida sin normas y sin victorias,
era un chico feliz, inquieto y algo inteligente,
pero no todo iba bien, su mente era diferente.
Después de aquellos años mágicos todo cambio,
nuestro niño conoció las lagrimas, quiso esconderse,
olvido cada palabra de aliento, sintió su miedo,
quiso ser diferente sin frei, sufrió por dentro.
Con el paso del tiempo sintió el desprecio de su entorno,
cada día era un suplicio y el niño sufría un trastorno,
aguantando las burlas y algunos golpes sin motivo,
tragándose su rabia, su envidia vivió cautivo.
Encerrado en su mundo el miedo construyo su cárcel,
apartado en un rincón de la clase llorando solo,
cada tarde volvía a casa cansado y lleno de odio,
buscando consuelo en sus padres en cada episodio.
Así pasaron los meses pero nada iba mejor,
la vida era el peor castigo y su mundo era su reflejo,
sin amigos ni sueños, solo el deseo de esconderse,
y convertirse en aire para volver a ser pequeño.
En cada año una espina, cada espina una flor,
crecida en un jardín sin dueños bajo el sello del rencor,
victima de aquel prejuicio, inicio el final de todo,
y dando vueltas y vueltas hizo un palacio con su método.
Moldeando con lodo un carácter en un precipicio,
concentro sus fuerzas para engrandecer su espíritu,
golpe tras golpe fue conociendo una caricia,
una virtud que nació de la envidia y que hoy es su ciencia.
Encontró una salida, la única forma de escapar,
acertándose a si mismo, luchando por ser libre,
ignorando aquellas voces inertes,
aquel pasado trágico, nostálgico y sin suerte que le hizo olvidar.
Nuestro chico creció dándolo todo para ser el mismo,
dejando a un lado recuerdos trepando por ese abismo,
superando un obstáculo con aquel cálculo imposible,
formulando preguntas, buscando formas de ser libre.
Pero fuera de su mundo la vida iba cambiando,
el buscaba el momento pero su historia estaba escrita,
deformando cada sueño y cada paso incorrecto,
cada peldaño era una curva en caminos para seguir recto.
Cada error era el talento y la fe era su intelecto,
en esta sociedad el dinero manda en cualquier proyecto,
superarse era tener autoestima, fue mejorando,
lejos de sentirse bien su alma seguía llorando.
Consumiendo las horas perdido en un rincón del tiempo,
con un corazón inmenso sin cabida en este espacio,
veloz yendo despacio haciendo fiel cada momento,
fomentando la paz, inmenso en otro enfrentamiento.
Frecuentando aquel templo buscando una razón de ser,
creyendo que iba a enloquecer rodeado de gente sin fe,
sin un mañana donde amanecer, solo él sin nada,
tumbado en su cama buscando el agua que le haría crecer.
Así va la historia, nuestro chico se hizo grande,
después de tanto llanto y tantas horas sin sentido,
después de tanta rabia, rencor le hizo ser fiel,
pero el rostro del odio en su piel sigue estando vivo.