"Un gran peso cargo, desde aquel árbol,
me dijo que la historia no era un pedazo de mármol.
Que los hechos se entrelazan, que el imperio se disfraza,
y en la brisa del presente todavía están en casa.
Ellos me ladran, quieren callarme en cada cuadra,
pero sé que 30.000 almas hablan en mis palabras.
Usaron espadas, usaron armas, usaron guerras,
no dieron tregua, hoy usan lenguas.
Quieren las leguas que piso, sin fin,
la guerra contra mi país la anuncia un Clarín.
Y este gobierno se va a ir, quizás y vendrá otro,
y las mentiras de esta gente las vamos a creer nosotros.
Si la solidaridad se transforma en caridad,
perdemos la claridad...
Porque ahora tienen un trabajo estable,
tablets, televisión por cable, el sable amable, amable...
Hablen de una vida burguesa,
dejaron el guiso y ahora piden hamburguesas.
Pedían que el Estado ya no robe,
o que robe pero sobre todo ayude al pobre.
Si la panza gruñe somos todos de izquierda,
y que la clase alta sus privilegios pierda.
Con la panza llena ya no recuerdan,
y ahora piden que laburen los vagos de mierda.
Aunque la amnesia colectiva me tilde de loco,
yo sé bien lo que es el hambre y fue hace muy poco.
La falta de calzado para ir a la escuela,
la erosión del asfalto, el clamor de la suela.
Viendo la secuela del designio transitado,
no conozco el camino pero sí el equivocado.
Y ya no trago el cago de los diarios,
la receta del ajuste y el fondo monetario,
la opresión del proletario, la desidia del otario,
y el desmantelamiento de cualquier nuevo empresario.
Quiero en la mesa ravioles el domingo,
y jamás volver a ser la prostituta de los gringos.
Arriba la educación pública, no somos burros,
los derechos humanos son la ley no son un curro.
El agua de tu zanja me la escurro, turro,
sabemos que gritás aunque ahora vengas con susurros.
No quiero ver cómo nos devoran los lobos,
ser un bobo admirador del que nos robo todo.
Jamás te di mi mano, no me tomes el codo,
sé muy bien lo que quiero y no quiero globos..."