Agazapado, espero, como un arraclán,
bajo las piedras escondido,
porque a la vida era lo único que le da
sentido.
Acostumbrado a escapar de la realidad,
perdí el sentido del camino,
y envejecí cien años más de tanto andar
perdido.
Y me busco en la memoria el rincón
donde perdí la razón.
Y la encuentro donde se me perdió,
cuando dijiste que no.
Hice un barquito de papel para irte a ver.
Se hundió por culpa del rocío.
No me preguntes cómo vamos a cruzar
el río.
Y rebusco en la memoria el rincón
donde perdí la razon.
Y la encuentro donde se me perdió,
cuando dijiste que no.
Sin ser,
me vuelvo duro como una roca,
si no puedo acercarme
ni oír
los versos que me dicta esa boca;
y ahora que ya no hay nada,
ni dar
la parte de dar que a mí me toca.
Por eso no he dejado de andar
buscando mi destino,
viviendo en diferido
sin ser, ni oír, ni dar.
Y a cobro revertido
quisiera hablar contigo,
y, así, sintonizar.
Para contarte
que quisiera ser un perro y oliscarte,
y vivir como animal que no se altera,
tumbado al sol lamiéndose la breva,
sin la necesidad de preguntarse
si vengativos dioses nos condenarán,
si, por Tutatis,
el cielo sobre nuestras cabezas caerá.
Buscando mi destino,
viviendo en diferido,
sin ser, ni oír, ni dar.
Y a cobro revertido
quisiera hablar contigo,
y así sintonizar.