Cansado el marinero de viajar,
de tanta nube, de tanto mar,
de ir y venir, de ciudades remotas,
abandonó su vieja panga a las gaviotas.
Tomó lo que quedaba de su ron pirata,
escupió a la tempestad, “ya debo irme”- dijo-,
en un borroso puerto, durmió la resaca
y ancló su corazón en tierra firme.
Ay, agua salada…
Nadie supo adonde, nadie dijo nada.
Ay, agua serena…
Naufragó en los brazos de aquella morena
Ay, agua salada…
Es que a yerro muere quien a yerro mata.
Ay, agua serena…
No encontró el camino y lo cubrió la arena.
Cansada la mulata de esperar
de hacerse vieja en el tajamar,
de contar estrellas, de ver volar gaviotas
de zurcir con su dolor las velas rotas.
Desencalló una vieja panga abandonada
“donde está tu corazón, donde estarás marino” -dijo-
y del borroso puerto, una madrugada
la fue llevando el viento del destino.
Ay, agua salada…
nadie supo donde, nadie dijo nada.
Ay, agua serena,
en cuarto menguante se fue la morena.
Ay, agua salada,
es que a hierro muere quien a hierro mata.
Ay, agua serena,
dijo “adiós marino” y olvidó su pena.
Ay, agua salada,
me lo contó un viejo sabio, que pescaba.
Ay, agua serena,
ella lo esperaba con cada marea.
Ay, agua salada,
hoy es él quien busca su rastro en la arena.
Ay, agua serena.
Dónde estás marino? Dónde estás morena?