¿Qué fué de las palabras? ¿Qué fué de las ideas
que escuchábamos atentos en tus charlas de taberna?
Recuerdo las horas que pasaba boquiabierto,
alucinando bellotas con tus razonamientos.
Y cómo convencido abracé esos ideales,
sellando el compromiso con un pacto de sangre.
Aún guardo aquellos textos que me fotocopiabas
y los comunicados que hiciste que firmara.
Fueron años duros de lucha y compromiso,
donde los camaradas eran más que los amigos.
Nos jugábamos el cuello defendiendo la utopía
de que hablabas con detalle en los libros que escribías.
Pero con el tiempo confirmo mis sospechas
de que no te crees ni tú las mentiras que cuentas.
Fuimos socios para el barro, pero no para la gloria.
Mientras yo me lo curraba tú ponías la boina.
Ahora te has reconvertido en un digno diputado
y vienes a pedirme el voto al albergue del jubilado.
Nunca, nunca, nunca,
tus monsergas, nunca más.
Nunca, nunca, nunca,
discursitos, ni uno más.
¿Hasta cuándo, hasta cuándo?
¿Hasta cuándo me la vas a seguir clavando?