Si Pedro tuvo un alma delicada
de humilde pescador ¡qué gran carpeta!,
Corrientes y Suipacha fue su jeta,
La Boca y Villa Crespo su zapada.
Mató en la mersa típica y nochera
con ese fueye fiel que corcoveaba,
un potro con teclados que imploraba
la biaba de su mano milonguera.
¡Araca!, sentenció la muchachada,
¿Pedro Laurenz?... ¡Una fiera!
No digan que no está, si cuando estaba
con tangos de mi flor borró el olvido,
como una religión de lo vivido
los tangos Pedro Laurenz se arrancaba.
Su macho bandoneón reanuda el rito,
sediento va de amor y compadrada,
y sale a canyenguear la madrugada
caliente, linda y triste con su grito:
¡Araca!, pa’ que aprenda la gilada,
La Revancha, che, Pedrito.