En el silencio tembló tu voz,
tu voz herida diciendo adiós.
Después tus ojos, bajo el negro
sombrerito de castor,
lloraron nuestra separación.
Y es esta pena, mi linda Ivón,
que araña siempre mi corazón.
Mis juveniles primaveras
no podían comprender ni razonar,
mi gran error.
¡Dónde andarás, Ivón!
De calle en calle mi amor te nombra.
¡Dónde andarás, Ivón!
De barrio en barrio te busco, alondra.
Y me parece que estás huyendo de mi,
sintiendo terror de mi sombra.
¡Y con razón, Ivón!
Y yo sangrando, sin tu perdón.
Mi pecho, hoy late con emoción,
así latía, tu corazón.
Recuerdo ahora que su ritmo
parecía de reloj...
Aquella noche de nuestro adiós
y aquella noche para los dos
significaba la perdición,
alucinando de inconsciencia
tu presencia la busqué
recién después y tarde fue.