Tras siglos subiendo al nogal más frondoso
y vivir añorando el agua de abril,
no se paró el reloj cuando un día lluvioso
presagió apesadumbrado el principio del fin.
Navegamos sin tregua por ríos de lava,
la cabeza en el fango, en las nubes los pies.
Pero antes de abrir el libro, el cuento se acaba,
se desprende el torrefacto de este amargo café.
Y se nos hizo tarde
demasiado pronto,
no avisó el reloj.
Rayos de un sol cobarde
cegando a dos tontos,
que jamás brilló.
Naufraga el salón que flotaba en el tedio,
se bifurca el camino de vuelta al sofá.
Yo canto al desamor que no tiene remedio,
tú malvendes trapos sucios en bazares de azar.
Haces bien en doblar otra calle a la izquierda,
en cambiar de bragueta, en buscar la emoción,
antes de que nos salpique toda la mierda,
antes de que haya dos camas en nuestra habitación.
Y se nos hizo tarde…