Hay momentos en los que almas lloran, en los que vidas completamente se redecoran. En los que los sentimientos mas íntimos afloran, esos en los que el único refugio pasa a ser éste Corán. Ese, al que como yo, fanáticos adoran, cuando las lágrimas en la garganta se atoran, cuando reflexiones en soledad más se valoran, cuando las páginas de canciones de paz arranque. Recuerdas horas que viviste en ese parque, amistades que perdiste, amistades que ganaste. Situaciones que ya viste en un deja vù triste, un quiste que estragiste a tu mente para que embarque en un viaje a otro lugar, que hará que se desmarque del resto que se ahogan
ancladas en ese estanque.
Dejando que el ritmo marque el momento en el que arranque, el motor que, por amor a esto, debería dejar que el sonido que consigue erizar tu piel cobre el sentido, y la importancia que merece dentro de lo que has vivido. Coge las riendas de tu vida, convencido de que eres uno más de los que jamás ha fingido. Y ese lazo que con el siempre te has unido, ese que hizo que dejases de estar deprimido, ese que venció la maldición que ya se ha ido, ese cuya hermosa premonición hoy se ha cumplido.
Nuevo coque, comenzaste a ver las cosas al fín desde otro enfoque, con más magia y ese toque de ilusión que descoloque los cimientos de ese bloque,
trás un bloque que provoque que tu cuello se disloque. Porque la profunda herida que causó el estoque, hace que tu vida se hunda y un tiempo pasado evoque. En el que música fue a salvación y ha sido que, en forma de canción en tu razón, hace que brote la esperanza. Que el paso de las cosas buenas equilibren la balanza, que tu refugio personal te llene de templanza. La música de fondo con la cual tu vida avanza, y hasta la luna puedes alcanzar.