Veo tus ojos reprimidos,
necesitas desahogarte.
Y tu cuerpo envejecido,
porque siempre lo has tenido.
De rodillas sobre el suelo,
salpicada de lejía.
Y esos niños engendrados,
que te fueron devorando.
Y maldices aquel día
que aceptaste tu fracaso.
Y ahora lloras en silencio,
mientras esperas la muerte.
Tus ideas se quedaron
entre ruidos de cocina.
Humillada y maltratada,
entregada a su capricho.
¡Madre!, ¡madre!
rómpele la cara a ese cabrón,
...¡nunca es tarde!