Domingo a domingo, asoma en tus labios
la misma pregunta, temblando en tu voz.
Y hoy quiero decirte porque no la traigo,
para darte un beso y oír su perdón.
Mamá nada sabe, que estás entre rejas,
si ella supiera, no quiero pensar.
Si vieras la pobre, está tan enferma,
por eso no quiero decir la verdad.
Comprendo tus deseos de besarla,
de tenerla y estrecharla
y pedirle su perdón.
Pero ella,
ella cree que sos honrado,
si te viera aquí encerrado,
moriría de dolor.
Ahora, si querés que yo la traiga,
a pesar de mis palabras,
puedo darte ese alegrón.
Y el otro, comprendiendo su fracaso,
se arrojó en aquellos brazos
y llorando dijo ¡No!
Irás olvidando tu vida pasada
y el día soñado, también llegará,
podrás abrazarla, mirarla en la cara,
y entre beso y beso, decirle “mamá”.
Después, ya sin deudas, la vida que es buena
pondré en tu esperanza la felicidad.
No importa muchacho, se fuerte, no temas,
la vida comienza con tu libertad.