Yo he sido un hombre que ha conocido sombras. Hombre despierto al pie de sus palabras, en espera de ese algún día que viene de puntillas dentro de veinte años, que no viene, o que puede rodarnos por entre las falanges.
Tu soledad me abriga la garganta
y tu silencio me anda en los bolsillos.
Tu mirada me espanta.
Yo he sido un hombre rural y ciudadano, cenizo como los cielos de los noviembres lúgubres y claro como tu risa de voz de pájaro. Hombre de buenos encuentros y todavía mejores despedidas. Hombre de tantos episodios como caminos usa el pensamiento.
Tu soledad me abriga la garganta
y tu silencio me anda en los bolsillos.
Tu mirada me espanta.
Yo he sido un hombre deshabitado, transcurrido, alma en pena de costas que muelen sus arenas cuando no quedan cuerpos que abrasar, cuando el sol ya no muerde porque sigue su fuga y su almanaque.
Tu soledad me abriga la garganta
y tu silencio me anda en los bolsillos.
Tu mirada me espanta.
Yo he sido un hombre que canta su identificación para mañana, ráfagas de ciclones, polvo de sus zapatos. Yo he sido un hombre que no tiene otra cosa que decir que la más vieja búsqueda, regreso, compañía, esperanza esperanza, señores, esperanza ¡con lo simple que suena la esperanza!
Tu soledad me abriga la garganta
y tu silencio me anda en los bolsillos.
Tu mirada me espanta.
Yo he sido un hombre desarmado por aplaudidas soledades, por años de vigilia, por caravanas de algodón, por miríadas de lunas pasajeras que vinieron, que vienen, que vendrán. Yo he sido un hombre como soy todavía, que viene desde entonces caminando hacia ti, apartando las ramas para tocarte las mejillas, para besar tus ojos inteligentes, esperando por tu profético silencio (mmm) por tu profético silencio
Tu soledad me abriga la garganta
y tu silencio me anda en los bolsillos.
Tu mirada me espanta.