La sangre y el vino
tatuados en la voz
llevaba la estrella
de nuestra opereta.
La sangre desobediente
de los indomables
y el vino que pone al rojo
nuestros rocanroles.
Rocanrol en la garganta
contra el gas cobarde
(mi heroína no cantaba
cosas que no arden)
Ardía en sus ojos
la tarde plomiza
tarde que atravesó su vida
mi vida.
No olvides mi pañuelo
tengo frío en las manos
esta noche no venís
no te vayas por favor.
No aguanto a la primavera
eterna de sus pasos
el mayo envidioso
y cruel de los payasos.
Te juro vidita mía
que tu voz de fuego
sembrara banderas
recias como masas.
Que sabrán las temerosas
sombras que me aturden
en el despreciable pozo
de esta realidad
de la marcha firme
que agitaba el pecho
de este que no puede ya mirar
sino en tus ojos.