Entre picos de granitos
y olas de un mar azul
a los pies de Guanabara,
en una franja de luz.
De una forma caprichosa,
fantasiosa y feliz
surge Río de Janeiro,
corazón de Brasil.
Un Paris tropical
donde se adora el sol,
a la vida y la paz
y a una simple canción.
Pasear por Ipanema,
la Gavéa, Itapú
y llegar hasta Paqueta
a bordo del “Bateau Mouche”
Y cenar en Guaratiba
con sabores del mar,
de abrideira una caiprinha
que te incita a soñar.
Y admirar la belleza
de la multitud
y dar las gracias al Cristo
con los brazos en cruz.
Atrapado en Río
por la gracia y el amor
de una garotinha
carioca de color.
Atrapado en Río
por su vida liberal,
porque sin pensar,
cada día surge una aventura.
Atrapado en Río
por su luz y el carnaval,
por su gente independiente,
amable y natural.
Atrapado en Río
por el ritmo del pregón,
por la alegre voz de los vendedores
desde Irmaos a Aorpador.
El inmenso Pan de Azúcar,
La Laguna y Leblón
y la Barra de Tijuca
con sus nidos de amor.
La Favela Rosinha
y la de Vidigal
donde el son de la samba
no acaba jamás.
Barrio de Santa Teresa
casi rosando el sol,
barrio de flamengo y Gloria,
playa, palmera y flor.
Esculturas de oro y bronce
que pasean junto al mar,
hombres-pájaros de Río
que hacen danza al volar.
Y en la noche escuchar
ecos de un bandolín
recordando mil canciones
de Moraes a Jobín.