Digo que soy libre
y cuando lo digo
sé que es fácil pronunciar esa palabra,
pero no me importa,
digo lo que siento
y me arriesgo a ser el muerto en la batalla.
Qué puedo hacer, qué puedo hacer,
si no tengo nada que perder.
Digo que soy libre
y aunque sé que miento
me demuestro una verdad con mi mentira,
no me quedan fuerzas,
sólo un sentimiento
que aún resiste a ser escombro en las cenizas.
Qué puedo hacer, qué puedo hacer,
si no queda nada en qué creer.
Para caer en mi propio error,
ahora sin temor
digo que soy libre, libre.
Digo que soy libre
y cuando lo digo
dinamito las razones más exactas
de los estrategas
que me recomiendan
que lo último a perder es la esperanza.
Qué puedo hacer, qué puedo hacer,
si ni el odio queda por vencer.
Digo que soy libre
y no me da miedo
proclamar esa locura entre las luces
simples y ruidosas
de nuevos conversos
propietarios de las más altas virtudes.
Qué puedo hacer, qué puedo hacer,
si me duele tanto envejecer.
Para caer en mi propio error...