Como a través de un cristal
empañado y deformante
percibo la realidad
de este espacio circundante.
A las personas que pasan
como autómatas las veo,
con rígidos movimientos
en un juego de video.
Un retablo con muñecos
que dejó un titiritero,
hologramas desteñidos,
incorpóreos, extranjeros.
Los colores son opacos
como espejismos sombreados,
los árboles de cartón
y el cielo recién pintado.
Cada objeto se repite
en una serie infinita,
todo simétrico y turbio
como una burla maldita.
Los espectros merodean
mecánicos, fantasmales,
desvaídos y alejados
de los mundos terrenales.
La percepción disminuye
como un sueño borroneado.
¿Seré yo el observador
o existiré dibujado?
Me sobrecoge el temor
y se estremece mi mente.
¿Estoy vivo y ellos no
o soy un muerto viviente?