Lux aeterna luceat eis, Domine .
Cum sanctis tuis in aeternum,
quia pius es.
Requiem aeternam dona eis
En la noche profunda
la muerte cobra aliento.
Un fuerte olor a cera
ya se impregna con el viento.
Cuando el negro manto de noche se cierra y comienzan los cantos de luna llena.
Una comitiva en pena desfila en macabra procesión.
Melodías de muerte gimiendo entre la niebla.
Oraciones de llanto gestadas desde su oscuro interior.
Nueve caminantes con sus pies descalzos.
Forman dos hileras, blancos sus sudarios.
El mortal transporta la carga de una cruz de palo.
El resto humeantes velas entre sus huesudas manos.
Sembradores de miedo, cultivadores de muerte.
Al encargo del sino vienen.
Premonizando la cara de la cercana suerte.
Desvelando los sueños de los pobres creyentes
De repente, entre la oscuridad
una luz distinguí en la inmensidad.
Me aproximé despacio con curiosidad
ante el gran asombro de lo irreal.
Escalofríos recorren mi espalda
al contemplar aquella macabra visión.
Su fría mirada hiela mi sangre.
Sus lamentos me quiebran una y otra vez.
En el día moriré debilitado por el sueño.
En la noche viviré para caminar junto a ellos.
Oscuras sombras acompañarán mis pasos.
El frío de sus rostros helarán mi letargo.
Ahora sé que el sol ya no brillará más sobre mi.
Sentenciado he quedado a caminar junto a ellos.
Bajo su poder está mi alma para dejar atrás la vida.
Y pertenecer por siempre a esta procesión de difuntos