Letra: Horacio Ferrer
Música: Astor Piazzolla
El cuento que ahora voy a contarte, pertenece a esa Buenos Aires un poco a
contramano, que se hace con la medianoche y que se manda a mudar con la
primera luz del día.
Puede ocurrir –ocurre por igual- en una fonda del bajo o en un elegante lugar
de la avenida Quintana. Pero el músico y el poeta, sentimos la cosa de esta
canción en una vieja parrilla vecina del mercado del centro. Porque allí, co-
miendo un bife, nos nació una vez, al descubrir en la punta del mantel de pa-
pel la carita silenciosa y alucinada del que iba a ser su protagonista.
Era, sí, uno de esos chicos de la noche que andan de mesa en mesa, ofrecien-
do flores, con el fajo de billetes en una bolsillo y un no sé qué de pena antes
de tiempo en los ojos y en el remiendo del fundillo.
Tratando de seguir el rastro de ese diminuto personaje trágico, hicimos este
valsecito con sabor a fábula porteña.
Por las noches, cara sucia
de angelito con bluyín,
vende rosas en las mesas
del boliche de Bachín:
si la luna brilla
sobre la parrilla
come lunas y pan de hollín...
Cada día en su tristeza
que no quiere amanecer,
lo madruga un seis de enero
con las estrellas del revés;
y tres reyes gatos
roban sus zapatos,
uno izquierdo y el otro...¡también!
Chiquilín
dame un ramo de voz
¡así salgo a vender
mis vergüenzas en flor...!
Baleame con tres rosas que duelas a cuenta
del hambre que no te entendí,
Chiquilín...
Cuando el sol pone a los pibes
delantales de aprender,
él aprende cuanto cero
le quedaba por saber;
y a su madre mira,
yira que te yira,
pero no la quiere ver...
Cada aurora, en la basura,
con un pan y un tallarín,se fabrica un barrilete
para irse...¡y sigue aquí!
Es un hombre extraño
-niño de mil años-
que por dentro le enreda el piolín...