Letra: Horacio Ferrer
Música: Astor Pìazzolla
Moriré en Buenos Aires. Será de madrugada.
Guardaré, mansamente, las cosas del vivir:
mi pequeña poesía de adioses y de balas,
mi tabaco, mi tango, mi puñado de esplín.
Me pondré por los hombros, de abrigo, toda el alba;
mi penúltimo whisky quedará sin beber.
Llegará, tangamente, mi muerte enamorada,
yo estaré muerto, en punto, cuando sean las seis.
Hoy que Dios me deja de soñar,
a mi olvido iré por Santa Fe,
sé que en nuestra esquina vos ya estás
¡toda de tristeza hasta los pies!
Abrázame fuerte, que por dentro
me oigo muertes, viejas muertes,
agrediendo lo que amé...
Alma mía...Vamos yendo...
Llega el día...¡No llorés!
(recitado)
Moriré en Buenos Aires. Será de madrugada,
que es la hora en que mueren los que saber morir;
flotará en mi silencio la mufa perfumada
de aquel verso que nunca yo te pude decir.
Andaré tantas cuadras...Y allá en la Plaza Francia,
como sobras fugadas de un cansado ballet,
repitiendo tu nombre por una calle blanca
se me irán los recuerdos en puntitas de pie.
(cantado)
Moriré en Buenos Aires. Será de madrugada.
Guardaré, mansamente, las cosas de vivir:
mi pequeña poesía de adioses y de balas,
mi tabaco, mi tango, mi puñado de esplín.
Me pondré por los hombros, de abrigo, toda el alba;
mi penúltimo whisky quedará sin beber.
Llegará, tangamente, mi muerte enamorada,
yo estaré muerto, en punto, cuando sean las seis...
Cuando sean las seis.
Cuando sean las seis.
¡Cuando sean las seis!