Quién te ha visto, quién te viera,
ciudad mía, ya sin paz.
Entre tantos escombros no hay manera
de encontrar lo que olvidás.
Yo no lloro lo perdido
ni las glorias que no están,
yo te busco en las hondas madrugadas
y en las albas de tu pan.
Hay colores que se fueron
y otros nuevos que mostrás,
criaturas que perdieron
en tu infierno tanto afán,
cachetazos de impúdica impiedad
que en tu selva nos pegás.
Si tu crueldad me partió la cruz
y me arrasaste la fe,
me gasté de luchar y caída me alcé,
sin quererme entregar...
porque nos salva el amor
y entre la niebla una flor
crecerá siempre, al fin,
por mí, por vos, ciudad por Dios.
Quién te visto, quién te viera,
dónde está lo qué se fue.
Qué feroz es la angustia del que espera
del que dura sin crecer.
Yo te busco, fatalmente, y te canto sin dolor
con un tango que araña tiernamente
tus relámpagos de amor...