¡Qué lindo es estar metido
y vivir pensando en ella
y sentir que como un frío
se nos entra por las venas!
¡Qué lindo es estar metido,
palpitando que ella vuelva
y sentir muy despacito
taconear por la escalera!
Aún recuerdo aquella noche
cuando, solos en la pieza,
al mirarme yo en sus ojos
soñaba la dicha eterna,
y asomaba en su carita
lagrimones como perlas,
como diciendo: ¡Qué triste!
¡Qué triste ha de ser la ausencia!
¡Qué lindo es estar metido,
tiradito en la catrera
y ver que se va acabando
aquel cachito de vela!
¡Qué lindo es estar metido
y dormir pensando en ella,
mientras la cera, al quemarse,
va formando su silueta!