La recuerdo muy bien y no porque en sus labios
si trajera cerezas de los valles del Jerte
sino porque, ya ves, tenía en sus zapatos
polvo de todos los caminos.
La recuerdo muy bien tan solo su mirada
era el lugar del mundo donde no había un Vietnam.
Viajaba en su mochila una andadura larga
y un libro de poemas mira tú.
Dulce muchacha triste recorría caminos
en busca de una risa en donde descansar.
Tenía en su mente una ciudad con columpios de agua
y mercados de arena en las esquinas
“Hace tiempo, le dije, que cortaron al hombre
una antigua costumbre de volar que tenía:
Sólo seremos nuestros el día que consigamos
ver nacer a los niños con alas”
Dibujó un barco azul sobre un mar amarillo
y me lo regaló oculto en una concha.
Después se fue. No he podido encontrarla
en ningún sitio del aire y de la tierra.
No sé bien qué fue de ella. Un amigo me dijo
que murió cuando supo que no es un rock la vida.
Otros me aseguran que envejeció de pronto
y se paró a dormir al lado de un camino.