Suena el piano, la luz está sobrando,
se hace noche de pronto y sin querer
las sombras se arrinconan
evocando a Griseta, a Malena, a María Ester.
Las sombras que esta noche trajo el tango
me obligan a evocarla a mí también.
Bailemos que me duele estar soñando
con el brillo de su traje de satén.
¿Quién pena en el violín?
¿Qué voz sentimental
cansada de sufrir
se ha puesto a sollozar así?
Tal vez será el rumor
de aquella que una vez
de pronto se durmió.
¡Tal vez será su voz, tal vez!
Su voz no puede ser,
su voz ya se apagó,
¡tendrá que ser nomás
mi propio corazón!
Era triste, era pálida y lejana,
negro el pelo, los ojos verde gris.
Y eran también sus labios al sol de la mañana
una triste flor de carmín.
Un día no llegó, quedé esperando.
Y luego me contaron su final.
Por eso con las sombras de los tangos
¡vanamente la recuerdo más y más!