El destino, que siempre vive alerta,
por fin golpeó mi puerta para cobrar mi error...
Fui culpable de que sufrieras tanto,
culpable de tu llanto,
culpable de tu amor.
Mis veinte años no sabían
lo que vale una ilusión...
y, cobarde, mi paso traicionero
detrás de otro sendero
un día se alejó.
Y hoy, he vuelto tan cambiado
que, entre lágrimas, tus ojos
me contemplan asombrados...
quise atarme a tu perdón, y el corazón
sintió tu corazón... helado.
Ves... la vida nos enseña a comprender,
ves... el tiempo te ha vengado sin querer.
Y, al final, hecho pedazos
se nos muere entre los brazos... el ayer.
Los recuerdos nos hacen tanto daño
tal vez porque los años
agranden la emoción.
En tu caso, por todo lo sufrido,
y en mi, por lo perdido
después de aquel error.
No tenemos otro lazo
que la sombra de este amor...
Mas la pena tiembla entre mis labios,
al darte el desagravio, te da mi corazón.
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