Quién sabe se va a ti. No le ocultes.
Quién sabe madrugada.
Acaríciale. No le digas nada.
Está duro de lo que se ahuyenta.
Acaríciale. ¡Anda! Cómo le tendrías pena.
Narra que no es posible,
todos digan que bueno,
cuando ves que se vuelve y revuelve,
animal que ha aprendido a irse. ¿No?
¡Sí! Acaríciale. No le arguyas.
Quién sabe se va a ti, madrugada.
¿Has mirado qué poros dan salida solamente,
y cuáles dan entrada?
Acaríciale. Pero no vaya a saber
que lo haces porque yo te lo ruego. ¡Anda!