En una casa vieja, vieja, vieja, vieja, vieja
vivía un viejo, viejo, viejo, viejo con su perra.
La perra era tan vieja, vieja, vieja como el viejo
y casa, perra y viejo eran más viejos que el silencio.
En una silla vieja, vieja, vieja, vieja, vieja
se acomodaba el viejo con su pipa y su perra;
leía libros viejos, viejos, viejos, viejos, viejos,
y pipa, silla y libros tenían moho por el tiempo.
Un día con el tiempo seré un viejo, viejo, viejo,
y tendré casa, perra, pipa y libros viejos, viejos.
Cuando llegue ese día sólo una cosa les ruego:
que nunca me permitan tener silla ni silencio.