(De “La magia más vieja” (1970))
Yo estaba de rodillas tratando de envolver mis alpargatas en un papel demasiado chico. Era como si tratara de envolver un tren de juguete en un día demasiado corto. Y no perdí más tiempo, todos los caminos me aguardaban.
El verde no muere solo
cuando muere de cansado.
Anduvo el árbol y el viento
haciendo amigos de paso.
El azul no viaja solo
por encima de la cuesta.
Abajo prenden los hombres
al azul en su leyenda.
Dejarme con mi gente, dejarme con mi lluvia, con mi patio, dejarme con mi luna, con mi paso, dejarme con mi grito, hasta que el último velero cargue con mi copla y parta, dejarme con las cuerdas de mi raza, dejarme ahora y ya sin remos dejarme con mi pueblo, dejarme con el grito hasta que caiga...
La tierra no crece sola
ni solo se yergue el trigo.
Por allí andarán los hombres
removiéndole los siglos.
No hay nadie solo en la tierra
cuando la tierra es de todos.
Mi gente cava en el canto;
la tierra lo hace más hondo.