(De “La magia más vieja” (1970))
Aquel hombre derribó la selva inútil para que naciera el trigo y tendió entre los hombres puentes eternos. Al séptimo día quedó mirando las nubes como si rezara, o tal vez escuchaba cómo nacía el silencio, durante el séptimo ocaso. Cuando lo vi jugar con los niños ya no supe si era de nuevo entre nosotros Cristo, o si entre nosotros era de nuevo el Che.
Entre una rosa y el viento,
martillazos y cadenas,
quiere matar el invierno
el corazón de la hierba.
Entre una rosa y el viento,
martillazos y cadenas,
alguien calienta los cepos
mientras preparo la siembra.
Habrá que ver, habrá que ver
entre la rosa y el viento.
¿Quién deshace a quién?
¿Quién deshace a quién
en esta parte del tiempo?
Entre una rosa y el viento
crece un lobo de alas negras
y en este lado del río
mi toro bravo lo espera.
Yo me juego por el toro,
con ésta, mi sangre entera.
No vale penas el lobo
si la juego en primavera.
El lobo se muere solo,
una cornada lo mata.
El lobo se ha muerto solo,
una cornada le basta.
Ha vuelto al río mi toro,
ya ha vuelto mi toro al río
con su piel y con su estampa,
ayer lo ha visto el rocío.