Cuando lentamente cambiamos el rostro,
cuando nos encuentra la angustia,
veo en el jardín el trolebús otoñal,
el último, casual.
Me subo y me encuentro en el trolebús otoñal,
el último, casual.
El último trolebús por calles se mece,
rodea el bulevar dando vueltas
y vuelve a juntar de la noche al dios,
con pena, con pena,
y vuelve a juntar los que quedan allí
con pena, con pena.
Enciendo la pena, escondo la angustia,
me apoyo en el vidrio pensando,
sintiendo venir, sintiendo el valor,
–silencio, silencio–
y tus pasajeros y tres marineros
alegran mi pena.
El último trolebús navega en Moscú,
Moscú como un río se apaga.
De pronto una luz como un bofetón:
el alba, el alba.
De pronto una luz como un bofetón:
el alba, el alba.