Cuando salí de mi tierra
me vine buscando el sol.
En el alma me llevaba
el canto del ruiseñor,
el aire de mis montañas,
la sal del norte minero,
la bruma del puertecito,
la canción del marinero;
prendido en mi corazón
iba yo buscando el sol.
En las semanas que anduve
recorriendo, recorriendo,
desde una altura una sombra
me iba siguiendo, siguiendo.
Era un ave pensativa,
más grande que un gavilán,
que me gritaba del cielo:
¿Caminante, dónde vas?
Le comenté con dolor,
que iba yo buscando el sol.
Cansado de tanto andar
se detuvo mi camino.
El sol que andaba buscando
como pobre peregrino
me alumbraba desde lejos
en mis regiones dejadas;
vuelvo a prisa, dije entonces,
al lugar donde nací.
Y al regresar sin dolor
iba yo buscando el sol.