Canción de estrado, recogida por Blanca Hauser en Temuco
A cantar a una niña yo le enseñaba,
y un beso en cada nota ella me daba.
Aprendió tanto, aprendió tanto,
que de todo sabía menos el canto.
El nombre de las estrellas saber quería,
y un beso en cada nombre yo le pedía.
Qué noche aquella, qué noche aquella
en que inventé mil nombres a cada estrella.
Pero pasó la noche, llegó la aurora,
se fueron las estrellas, quedó ella sola.
Y me decía, y me decía:
“Lástima que no haya estrellas también de día.”