Cuando te empecé a querer
no sabía de la noche.
Navegaba yo sin rumbo,
la tiniebla era mi Norte.
Tu palabra vino a mí,
se quedó como callada.
En la hora esperada
se confundió con la noche
y la estrella que brillaba
más al norte, más al norte.
Me dijo que tú me amabas,
que me amabas con la noche.
Se hizo lenta sin la espera,
si tus ojos yo veía,
la noche, mi compañera,
yo reía, tú reías.
Y la noche me enseñó
a quererte cada día,
a gozar de tus palabras,
a vivir de tu sonrisa,
a darle calor al alma,
a mirar la amanecida,
y la noche te llevó
y ahora lloro tu partida.