Las cinco ya van a dar,
las cinco de la mañana,
ábreme la puerta, mi alma,
que he ganado una batalla,
que he ganado una batalla
y herido ya el sol se asoma.
Te busco en la madrugada:
dame tu pecho, paloma.
Dame tu pecho, paloma,
sin olvidar bienamada:
flor que no se abre a su dueño
se apaga en la madrugada,
se apaga en la madrugada
al filo de un esquinazo
como el lucero en tu almohada,
paloma, y tú entre mis brazos.
Palomito, entre mis brazos
punteando se viene el alba,
vengan otra vez mis armas
que ya suenan los balazos,
que ya suenan los balazos
–escucha lo que yo siento–:
no vuela la alondra en vano
si en brazos la lleva el viento.
Qué viva mi enamorada,
cogollito de romero.
Reciba en esta alborada
el amor de su guerrillero.