(De ”Tala” - 1938)
Isla de Puerto Rico,
isla de palmas,
apenas cuerpo, apenas,
como la Santa,
apenas posadura
sobre las aguas;
del millar de palmeras
como más alta,
y en las dos mil colinas
como llamadas.
La que como María
fundé al nombrarla
y que como paloma
vuela nombrada.
Isla en amaneceres
de mí gozada,
sin cuerpo acongojado,
trémula de alma;
de sus constelaciones
amamantadas,
en la siesta de fuego
punzada de hablas,
y otra vez en el alba,
adoncellada.
Isla en caña y cafés
apasionada;
tan dulce de decir
como una infancia;
bendita de cantar
como un ¡hosanna!
sirena sin canción
sobre las aguas,
ofendidas de mar
en marejada.
Seas salvada como
la corza blanca
y como el llama nuevo
del Pachacama,
y como el huevo de oro
de la nidada,
y como la Ifigenia,
viva en la llama.
Te salven los arcángeles
de nuestra raza:
Miguel castigador,
Rafael que marcha,
y Gabriel que conduce
la hora colmada.
Antes que en mí se acaben
marcha y mirada;
antes que carne mía
sea una fábula
y antes que mis rodillas
vuelen en ráfagas.