Fines de los cuarenta, terminaba la segunda guerra,
los optimistas decían: nunca más volverán
los extremos, con sus cortejos de muerte.
Creían sinceramente todo aquello
enterrado y final.
Las Europas renacen de las ruinas
y McCarthy, el gran intelectual,
nos dibuja como será el futuro:
guerra fría, preparando el Vietnam.
Al 50 aparece Elvis Presley,
Pedro Infante, Mickey, Marylin.
Un nave nos espía del cielo,
el piloto: un ruso, Gagarin.
Hay remedios para engañar la muerte,
Perón baila su tango militar,
yo descubro Stalin y el partido,
me dispongo a revolucionar.
Al 60 Fidel, Sierra Maestra, nos propone
la nueva sociedad.
En Berlín escasea el cemento,
altos muros se van a levantar.
México 68, olimpiadas, la muerte va a ganar,
en París Jean-Paul Sartre levanta barricadas
de papel en Saint-Germain.
Al 70 con bigotes y dos hijos
pico piedras, me construyo un chalet.
Al vecino no le gusta mi obra,
su apellido terminaba en -chet.
Viajo mucho como representante
de una marca que dejó de existir.
No hay repuestos, se termina el negocio,
por lo menos hasta el año 2000.
Los 80 voy haciendo guerrillas
desde una terraza en París.
Con el SIDA, fin del socialismo,
el amor en libertad llegó a su fin.
Los 90 son bien conocidos,
todos saben lo que aquí va a pasar:
economía libre de mercado,
no sé si la mierda va a alcanzar.
Pero soy enfermo de optimismo,
de esta fosa habrá que salir.
Por eso, queridos compañeros,
nos veremos el año 2000.
Por eso quiero darles cita
al comienzo del año 2000.