Antorchas, linternas, armas
refulgieron esa noche,
los guardias van enviados
por los sumos sacerdotes.
Judas que lo entregaría
ya conocía ese huerto,
la traición la había fraguado
escuchando a su maestro.
“Soldados, ¿a quién buscáis?”
preguntó Cristo, sereno.
Los soldados le responden:
“A Jesús, el nazareno”.
Yo soy, yo soy,
yo soy el que andan buscando
entre los que me acompañan.
Yo soy Jesús nazareno,
dejadles, pues, que se vayan.
Vuelve, vuelve,
vuelve tu espada a la vaina,
pues el momento ha llegado.
Tengo que beber el cáliz
que mi padre me ha enviado.