Con la cruz sobre sus hombros
sangre brota de sus pies,
se cae en el empedrado.
Los soldados se reparten
túnica y vestidos,
a los dados se los juegan,
hacen leña del caído.
Junto a la cruz ha encontrado
a su madre que lloraba,
y María Magdalena
trataba de consolarla.
Al discípulo querido
le recomienda su madre:
“Cuídala como a tus ojos,
que nunca nada le falte”.
Luego vienen los soldados
a concluir su tarea,
le clavan lanza al costado
y se estremece la tierra.