Ay, pueblo de El Salvador,
¿por qué te queman a fuego?
¿Por que te dan mil espadas
y nadie te da consuelo?
Quisiera darte mis manos,
quisiera darte mi pecho
y la sangre de mis venas,
se la ofreciera a tu pueblo.
No a la muerte, no...
Mujeres que hacen el pan,
hombres que siembran tu suelo,
sólo metralla reciben
y nadie les da consuelo.
Ay, pueblo de El Salvador,
si ya son tantos tus muertos,
¿Salvador, estás esperando
que alguien baje de los cielos?
Tan chiquito y qué coraje,
el pueblo de Nicaragua
que quebraron al tirano
tanto fue el cántaro al agua.
No tiene miedo a la muerte
el que lucha por la vida.
Más vale morir de pie
que estar vivo y de rodillas.
Así pensaba ese niño
de catorce años cumplidos,
haciendo la barricada
que le servía de nido.
Hoy día por la montaña
con silabario en la mano
otros jóvenes reciben
letras del abecedario.
Ahora llegó el momento
de levantar al caído,
de curarte las heridas,
tierra que tanto has sufrido.
Ahora café y maíz,
ahora algodón y caña,
ahora tu amor, mujer,
tendremos hijos mañana.