Cuando tomaron el pan
tus manos de hombre, Cristo,
mirando al cielo dijiste:
ésta es la prueba que existo.
A tus discípulos diste
el pan de vida sagrado,
a cada uno su parte
le repartiste en pedazos.
Tal vez en jarro de greda
echaste tu sangre un día,
la repartiste al pueblo,
mataste la sed que había.
Y en vino rojo tu sangre
se convirtió aquella vez,
si no te importa perderla
a la tierra ha de volver.