“Oye zapatito, ¿dónde fuiste a lustrarte?
¡Quedaste superlindo, dame la dirección!”
“Como te cuento, en la Plaza de Armas,
mi querido calcetín.”
“¡Qué bonitos, mis zapatos!”
se decía un calcetín,
la luna se reflejaba
en la punta del botín.
Zapatitos, zapatón,
se los llevó el ratón.
“Oye, ratoncito,
¿te acuerdas de mis zapatitos?”
“Ya ratoncito, entrégamelos,
no bien que es hoy?”
Los cordones, muy contentos,
hacían nudo feliz
y los tacos taconeaban
la rumba del calcetín.
“Viste, que soi’ porfia’o,
que me lo escondiste”
“Aquí ando con mi amigo, calcetín”
Los domingos, muy lustrados,
los zapatos quieren ir
a pasearse por el parque
a oír los niños reír.
“¡Ahí ‘stán, ahí ‘stán mis zapatos,
ya los vi!”
“¡Qué bonitos, mis zapatos!”
se decía un calcetín,
“Si los pies están cansados,
yo también voy a dormir”
“¡Ratón, miau, mi alma!”