Tiéndete en esa alfombra
que he traído del Oriente,
y mis manos posarán
en tu espaldas aceites.
Recorreré delicado
en armonía oriental
desde el sagrado a la nuca
te voy a solicitar.
Y con extrema dulzura
tu cuerpo echaré a volar.
Levemente abre las piernas
ahora voy a bajar
desde el muslo al talón
de norte a sur, hasta el mar.
Voy resbalando mis dedos,
libre donde quiero van
y me concedes espacios
que te hacen suspirar.
Cuando oprimo suavemente
tus rodillas por detrás.
“Date vuelta, amiga mía”,
dice la alfombra de Oriente,
“libera por fin los pechos”
que lo agradecen sonrientes.
Mis ojos todo dominan,
tú haces como que duermes,
viene tu mano a una rosa
me llevas a conocerle.
Y entre los dos invitados
se esmeran por atenderle.
Y la pasión se desata
ya nadie puede esperar.
Nuestras lenguas se preguntan
dónde se van a juntar.
Tú me llevas generosa,
donde poder descansar
y tu mano me conduce
con extrema suavidad
a tu rosada mansión
en una alfombra oriental.