(Ranchera)
Las embajadas son como espadas
que están clavadas en la ciudad.
Tienen jardines que son mononos
y secretarios que como monos
cortan el pasto de la mansión.
Tengo un amigo engominado
que asiste el sábado a reunión
con diferentes embajadoras
muy tomadoras de pisco y ron.
Estos palacios están muy lacios,
nadie respeta la tradición
de caballeros muy bien planchados
y perfumados que meten goles a mi nación.
Nos venden papas que están podridas,
todas jodidas y el kilo sale como un millón.
También filetes que como cohetes desaparecen,
¡Jesús, por Dios!
Las embajadas reparten premios
a caballeros que han ayudado a su nación.
Se dan besitos, un discursito, de vez en cuando
algún medallón.
Las embajadas y las chinganas
son parecidas, oiga señor.
Ganan millones, toman montones,
después del baile
unos señores, que son portachos
y muy guatones,
y que acarrean embajadores
para que duerman en el Rolls Royce
Por fin señores, las embajadas
cada cinco años en Washington
reciben pagos por los servicios
que le han prestado a esa nación.