Voy a contarles la historia de un barco fantasma
que no encontró playa para descargar
la fuerza, el trabajo de un pueblo naciente
que iba convertido en rojo metal.
Salió del extremo sur un día en septiembre
a buscar el puerto y desembarcar,
para traer frutas, flores, construcciones
y las medicinas que espera el hogar.
Como allá era invierno, tormentas, piratas,
quieren atraparlo, verlo naufragar.
Yo desde aquí muero, ¡qué horrible impotencia!
me falta la ciencia para alcanzar
aquellos piratas que tanto han robado,
que han asesinado allá en el Vietnam.
Pero compañero, son los proletarios
del mundo que juntos ya han decidido
al monstruo parar como un solo hombre
hoy golpean juntos, primero en Le Havre, luego en Róterdam.
Oigan esta historia que nunca termina,
la historia del cobre que está en ultramar,
igual que el caleuche vaga por los mares
y ningún portuario lo habrá de tocar.