Me enamoré de una vieja
por interés de la plata,
pero me anduvo saliendo
el tiro por la culata.
A la primera palabra
le pedí para un pencazo.
Me dijo ”m’hijito lindo,
¿acaso me da’ un abrazo?”.
A la segunda palabra
le pedí quinientos pesos.
Me dijo ”m’hijito lindo,
¿acaso me dai un beso?”.
A la tercera palabra
le pedí para un abrigo.
Me dijo ”guacho culebra,
cuando te casís conmigo”.
No me quedó más remedio
que hacérmele bien el tonto.
Le dije ”Viejita linda,
casémonos lo más pronto”.
Y cuando ya nos casamos
¡güeja, con la vieja tuerta!
resulta que no tenía
ni a’onde caerse muerta.
Señores y señoritas,
no se casen por la plata,
porque les puede salirles
el tiro por la culata.