Oh peregrino ignoto, ven.
Me aferro a ti sin ver tu faz.
Mí compañía ya pasó,
mas tú conmigo quedarás.
Contigo yo me quedo aquí
luchando hasta el alba así.
Decir quién soy no es menester;
conoces toda mi maldad;
mi nombre lo sabías ya
desde antes que luchara aquí;
mas tú, tu nombre, dímelo;
saber quién eres quiero yo.
En vano intentas escapar;
jamás te soltaré, Señor.
¿Serás tú quien murió por mí?
Dime el secreto de tu amor,
pues sólo yo te soltaré
cuando tu bendición me des.