¡Señor!, la mies es mucha,
son pocos los obreros;
levanta misioneros
en ésta, tu nación;
y haz que tu Evangelio
resuene por doquiera,
y toda la ancha tierra
obtenga salvación.
Las sombras disipando
de todos los errores,
esparza sus fulgores
cual esplendente luz,
y anuncie a los mortales
que borra su pecado
el que menospreciado
murió sobre la cruz.
No más profanos ritos,
no más supersticiones;
a Dios los corazones,
pues suyos son, se den.
Del Hijo sacrosanto
se alabe el dulce nombre,
que en él encuentre el hombre
salud, reposo y bien.