Sangró mi soberano Dios,
murió mi Salvador.
Su vida quiso entregar
por mí, tan pecador.
Coro:
¡Oh, Salvador, ayúdame;
que sea fiel a ti;
y cuando en gloria reines tú,
acuérdate de mí!
Por mis pecados y maldad
él en la cruz gimió:
¡Qué amor, qué gracia, qué piedad
sin par así mostró!
Debió ocultar el sol su fa
zcuando el Señor Jesús,
por la criatura en rebelión,
humilde fue a la cruz.
Y yo también, al ver su cruz,
el rostro encubriré;
con lágrimas de gratitud
mi alma inundaré.
Mas no con llanto pagaré
la deuda de su amor.
Mi ser entero dóitelo:
¡No puedo más, Señor!